Alfredo Espino nació en el año 1900, entró a los 20 años a la Universidad de El Salvador para estudiar jurisprudencia y se graduó en 1927, para morir un año después por una sobredosis de alcohol, en mi opinión, un ‘rockstar’ de la literatura salvadoreña. Sólo publicó un libro con 96 poemas, llamado “Jicaras Tristes”, y de los cuales sólo me importa “Un rancho y un lucero”.
Me parece que el poema es una obra descriptiva, empezamos por el simple hecho de que él tenía una ‘crush’ con quien se quería casar y a quien le cuenta un poco de su propósito de vida. Con un tono de esperanza, Alfredo, inicia su poema diciéndole “Un día -¡primero Dios!- / has de quererme un poquito”, algo así como: tal vez me hagas caso un día y, por sí acaso, “Yo levantaré el ranchito / en que vivamos los dos”.
El pobre man ya tenía en su mente toda la ilusión del mundo como para decirle a la chera: “¿Que más pedir? Con tu amor, / mi rancho, un árbol, un perro, / y enfrente el cielo y el cerro / y el cafetalito en flor… / Y entre aroma de saúcos, / un zenzontle que cantará / y una poza que copiara / pajaritos y bejucos”.
El bro viene y acepta un poco su realidad, diciéndole que “Lo que los pobres queremos, / lo que los pobres amamos, / eso que tanto adoramos / porque es lo que no tenemos…”, desde mi perspectiva, yo te amo, pero tú… eres lo único que quiero tener en toda mi vida. Se lo plasma de tal forma que le dice:
“Con solo eso, vida mía; / con solo eso: / con mi verso, con tu beso, / lo demás nos sobraría… / Porque no hay nada mejor / que un monte, un rancho, un lucero, / cuando se tiene un “Te quiero” / y huele a sendas en flor…”.
Verdaderamente, me suena a algo que le diría a mí crush, aún en la actualidad. Porque… ¿quién no quisiera vivir en una casa en la zona de los Planes de Renderos o en lugar sumamente silencioso con una vista de paisaje y sin ninguna preocupación? Eso es lo que expresa Alfredo, diciendo que lo queremos, amamos y adoramos… es, precisamente, lo que no tenemos.
Analizando un poco el estilo de escritura, me di cuenta que algunos poemas encajaban dentro de un ‘beat’ y pueden ser rapeados. Decidí experimentarlo con el poema “tardecitas” con la canción “Itai” de Ottom y este fue el resultado:
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