En medio de una lectura de la Biblia me percaté que existían discursos de mujeres, uno de ellos es una enseñanza de una madre a su hijo y consideré oportuno realizar algunos apuntes sobre esa charla de una reina hacía un príncipe.
¿Se imaginan un mundo sin madres? Sé que es algo duro de admitir, pero las mujeres tienen huevos y no son un sexo débil. Una premisa bíblica sostiene que el hombre es la cabeza de la familia, sin embargo, hay un capítulo de la Biblia que, casi en su totalidad, habla sobre el valor de la mujer.
Una de las primeras cosas que dice el capítulo 31 del libro de Proverbios es que el contenido de lo escrito fue dicho por la madre del rey Lemuel. Uno de los primeros consejos que le dio su madre, al rey, fue no volverse loco por ninguna mujer, además de indicarle que siendo gobernante no debe tomar alcohol, ya que en estado de embriaguez podía olvidar las leyes y dejar de hacer lo bueno.
Una de las indicaciones fue “Habla en favor de las viudas; defiende los derechos de los huérfanos. Habla en favor de ellos; ¡hazles justicia! ¡Defiende a los pobres y humildes!” (8, 9). El discurso continúa con la descripción de una mujer virtuosa.
“Quien se casa con ella puede darle toda su confianza; dinero nunca le faltará. A ella todo le sale bien; nunca nada le sale mal” (11, 12). A través de esto pude entender que la madre le dice a su hijo que sepa elegir a su futura esposa, porque siendo buena, todo le saldrá bien.
Aunque ellos puedan tener dinero, ella “se levanta muy temprano, y da de comer a sus hijos y asigna tareas a sus sirvientas” (15), dando a demostrar que el control lo puede tomar una mujer y le reafirma contando que ella “calcula el precio de un campo; con sus ganancias lo compra, planta un viñedo, y en él trabaja de sol a sol” (16, 17).
Además del trabajo en la viña, la madre le narra que hay luz todo el día dentro de casa, porque ella trabaja dentro de casa. La madre le dijo que él tenía que ser alguien de renombre, nuevamente, y le cuenta que “en la ciudad y en el país su esposo es bien conocido, pues ocupa un lugar importante entre la gente de autoridad” (23).
A pesar de que el esposo es conocido dentro de la ciudad, “es mujer de carácter; mantiene su dignidad, y enfrenta confiada el futuro. Siempre habla con sabiduría , y enseña a sus hijos con amor. Siempre está pendiente de su casa y de que todo marche bien. Cuando come pan, es porque se lo ha ganado” (25 – 27).
Un apunte que me parece interesante de todo lo que había expresado la madre de Lemuel es que, en conclusión, él no tendría poder en su casa porque su esposa se encargaría de todo, demostrándole que ella podría sostenerse sola, de lo contrario, no le encuentro sentido a la frase “cuando come pan, es porque se lo ha ganado”.
La madre terminó diciéndole que “la hermosura es engañosa, la belleza es una ilusión; ¡solo merece alabanzas la mujer que obedece a Dios!” (30). Esto último lo tomé como una interpretación de la frase “todo el que quiera ser sabio debe empezar por obedecer a Dios” (1:7).
En la Biblia dice que todo lo que se siembra, se cosecha. De modo que, si a ella le va bien es sus negocios es porque ella se desenvuelve con honestidad y no engaña a nadie y, así mismo, no la engañan. Creo que en esencia este proverbio habla sobre la mejor madre y la mayoría de madres siempre buscan lo mejor, aunque no siempre se les da el valor necesario.
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